Hacer planes, es por definición –quizá antonomasia- desperdiciar el tiempo. Es la ausencia de cualquier lógica. Querer planificar la frágil existencia me es absurdo. He basado mi vida sobre la idea infinita de que el mañana no existe, hasta que existe. No sé a ciencia cierta si algo de esto sea verdad. Pero he tratado de vivir mi vida no apegado al tiempo. Difuminado entre la idea práctica de que el “ahora” lo es todo.
No confundir con la filosofía sensiblona del Carpe Diem o el Seize the day, que equivocan la idea de “aprovechar el día” con hacer algo de él. Algo productivo. Algo. Y pues, no. Más bien todo lo contrario (Deperdi Diem). Sentarse a desperdiciar el día. A no hacer nada. A dejar escurrir el tiempo -sin miedo a que escurra-. Sentarse a mirar. Eso es disfrutar. Perderle el miedo a la ausencia de un mañana.
Los días son tan prestados como la tierra que pisamos. Como el idioma que hablamos, o el cielo que miramos. Nunca los días han sido nuestros. Ni aquel idioma, ni ese cielo. Nunca nada ha podido ser nuestro. Vaya melodrama.
Después de la intensísima introducción quería yo decirte: feliz cumpleaños. Verás, hay un manual muy breve para entenderme. Para no perderse conmigo. Para no desesperarse. Un breviario ultra conciso de las cosas que soy:
1. La mitad de las cosas que digo son pasajeras. Nunca he sido terco de dogmas o principios. No los tengo.
2. A veces no decir nada, es decirlo todo. Por aquello de mis silencios largos.
3. Tener la razón, puede ser solitario. No tengamos razón nunca.
4. En la vida como en la guerra, toda caricia es trinchera.
5. Después de todo -pero después de todo- sólo se trata de acostarnos juntos… Lo dijo primero Sabines. Lo sostengo.
6. No permitas que me salga con la mía. Que ya suficiente tenemos con mi mamonería.
7. Me da por cantar en la ducha. No te asustes.
8. Haga lo que haga. Pase lo que pase. Diga lo que diga. Frente a todo. Prometo regresar a ti.
9. Somos todos, un puñado de mentiras, ¿nos las evitamos?.
10. Lo de mi “indiferencia exagerada hacía todo” es pura pose sangrona. Lo mío lo mío es abrazar por las noches. Ya te has enterado.
*Bonus Extra: No hay discusión en el mundo que tu voz de niña pequeña, no gane nunca.
Así, un buen día de Febrero, te comenzaste a comer mis días, mis «ahoras». Así, de un tiempo acá, te has vuelto mis días enteros. Menuda cosa, ponerle nombre a los días. Nada más justo y nada más necesario que eso. Has reclamado propiedad sobre mis días. Gracias por eso.
En la vida, la mayoría de las cosas son pura y simple casualidad. Somos un puñado de coincidencias. Un hilo de variables que no tienen sentido -la mayoría de las veces-, somos el caos. La gente luego trata de encontrarle sentido a las cosas, los porqués. Yo no. Yo lo que trato es de encontrarle su sentido práctico, los para qués y los con qués: con qué se come, por dónde se mete, a qué sabe, cómo huele, qué se siente, cómo se toma, dónde se prende.
Pero, es ahí, en ese puñado de casualidades, que a veces uno encuentra la(s) respuesta(s). Es en ese basto mar de posibilidades que a veces uno encuentra la verdad de la vida. Esa donde uno a veces quisiera quedarse para siempre. Y asentarse. La vida es una tormenta, y no hay tormenta que destruya más a un hombre (quizá la única), que la mujer. Todo hombre tiene su tormenta. Gracias por eso también.
Todo esto para decirte que, contrario a todo lo dicho, quisiera sentarme a hacer planes contigo. Vamos haciendo planes, juntos. Todos los que quieras. Qué más da. Que la vida es para retractarse y para vivirse. Quería yo decir que de un tiempo acá, lo mío es cuidarte. Olerte por las mañanas. Acariciar tu espalda. Escucharte berrear. Besarte. De un tiempo atrás lo mío es verte tomar tus cafés con leche y tus lambruscos. Y ya no hay más. Espero que nunca haya nada más que eso. Lo mío lo mío es quizá, quererte. Compartir la vida contigo. Vamos descubriéndolo.
Que si los planes no salen, pues no salen. Y ya. Seguirá habiendo vida. Seguirá habiendo idiomas y cielo, y mares y montañas, y putos días. Y seguirá habiendo cafés con leche, y cervezas en el refrigerador, y mucho basto mundo. Pero, mi melón hermoso, ojalá salgan. Que yo un día venía por la vida haciendo lo mío. Lo de siempre. Y un buen día de Febrero te apareciste, y mira, que ya casi llega Septiembre y Diciembre está a la vuelta. Y hay todo menos prisa. Gracias, en verdad, por eso.
…
Venga, que me enamoré de ti al tercer día. Justo en medio de una de esas duchas nuestras mientras abrazada a mi no hacías mas que respirar (me) y mojada apretarte a mi, con ganas de no soltarte nunca. Me enamoré de ti en medio de aquella canción de Carrasco que hoy guardo y que –tiempo después- nos encapsula. Me enamoré de ti en alguna playa de Tulum y a mitad de alguna nocturna conversación nuestra. Me enamoré de ti en nuestra primera pelea, y lo reafirmo en cada nueva. En cada regaño tuyo, en cada abrazo y en toda risa.
Verás, que haberte encontrado, es haberme encontrado.
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