Me maman los recuentos. Hacer estas listas nostálgicas que lo encapsulan todo. Eso, encapsularlo todo. Me mama eso. Se nos acabó el año y para no perder la tradición: mi lista de cosas que solo me importan a mi. Este año, una lista arbitraria de mis canciones favoritas. Las canciones de mi vida. No por mejores o musicalmente superiores, sino por favoritas. Por su eco en mi vida. Tenía tiempo queriendo hacer el recuento éste. Venga pues: 1. Nothingman. Pearl Jam. Porque soy un maldito sentimental (me parece). Aunque mi mujer no lo crea. Me da por poner ojitos remilgones y
Para que todo el universo (que eres tú) quepa en este par de líneas huecas habría primero que eliminar todo aquello que pudiera sobrar. Mi melón. Nada en ti sobra. Ni las rabietas, ni las caras largas, ni los Domingos malos. Nada. Esto es lo primero -y último- que me gustaría entendieras: nada en ti (ni en nosotros) sobra. Ya hace algunas copas de Lambrusco de aquella carta y aquel primer cumpleaños (tuyo) mío. Las cosas siguen igual. Con las mismas ganas de hacerte los desayunos. De terminar juntos los días. De llenar de estampas el pasaporte. De sentarse a
¿Qué dijeron? ¿Nada de resúmenes dramáticos ni listitas mamonas? ¿Nada de “lo mejor y peor del año”? Pues eso, nada, que ha sido un año de recuentos melodramáticos y cuentas regresivas que para qué les cuento si ya saben. Que se me da el dramita carajo. Ahí les va. No espanten. Seré breve: Siendo claros -así de inicio: fue buen año. El mejor de muchos. Y como en todo lo bueno no hay –ni debe haber- espacio para el disparate. Solo dejar constancia de que este año abundó la calma, la risa, el café expreso, la carretera, la playa, el
Se mi rueda de viento. ¿Qué más hay por decir?… Sea usté, mi rueda de viento. Siempre. Verá, que en palabras escasas, decirle a una mujer que sea su inalterable destino, su rumbo, es lo mejor que puede usté decir. Créame. Más que esto: es lo mejor que puede decirse a sí mismo. Las gracias están de más. Matadores. SE MI RUEDA DE VIENTO. Bien, noche, déjala pasar sí, te estoy hablando a ti, quiero verla. Hermosa cosa pequeña. Con ojos que alrededor bailan, sin ropa. Así que, cómprate un vestido bonito, y úsalo esta noche para alguien que creas
Hacer planes, es por definición –quizá antonomasia- desperdiciar el tiempo. Es la ausencia de cualquier lógica. Querer planificar la frágil existencia me es absurdo. He basado mi vida sobre la idea infinita de que el mañana no existe, hasta que existe. No sé a ciencia cierta si algo de esto sea verdad. Pero he tratado de vivir mi vida no apegado al tiempo. Difuminado entre la idea práctica de que el “ahora” lo es todo. No confundir con la filosofía sensiblona del Carpe Diem o el Seize the day, que equivocan la idea de “aprovechar el día” con hacer algo
No es mucho -ni es poco- decir que todos estos años me había yo rehusado al “teléfono inteligente” (sic). Al “traiga usted su vida consigo para todos lados”. Siempre me había dado el mérito absurdo de no rendirle cuentas a nadie, ni a mi mismo. Ahí andaba yo por la vida siendo así como libre, y siendo renuente a que la gente se enterara dónde estaba y con quién o qué estaba yo comiendo. Siendo, básicamente, una incógnita. Pero más que nada, ahí andaba yo por la vida siendo fiel a esta idea imperecedera de que la vida se documenta
Como pocas. Uno a veces se levanta sabiendo lo que tiene que hacer. Donde poner la ropa sucia. Donde guardar la despensa. Donde acomodar el coche. Donde apuntar y tirar del gatillo. Pocas porque pues, la vida es así de violenta: un manojo de incertidumbres, de porqués y paraqués. La vida entera es un qué chingados hago aquí. A veces -ya en confesión- pues no. Y es todo lo contrario. A veces la vida también es mucho: puta qué rico. El recuento. Vamos por los 31. No es que uno traiga prisa o que urja llegar. Pero digamos que con
Así las cosas, con la primavera enfrente, con el frío cada vez más distante, y con las nubes cada vez más dispersas: los días se disfrutan más. Se hacen enteros, buenos. Yo no sé qué hay en los días buenos que hacen de la vida algo tan disfrutable. Será quizá amplitud de perspectiva, o paz, o calor. Será eso, calor. La vida es buena cuando hay mucho calor. Calor de ese que no despegas de ti, que no limpias. Estoy hablando de ese calor que te hace sudar como si la vida importara para algo. Como si sudar fuera
Capítulo VI. De batallas naranjas. Lo que pasa es que ahí, en la penumbra de las solitarias noches, uno también descansa los ojos, que son lo verdaderamente importante. Porque con qué ve luego uno. De las funciones del cuerpo humano, son las de los ojos las más importantes: porque por ahí entra la vida. Que sí, que caminar, correr y tomar las cosas, además de abrazarlas y masticarlas, pues es de cierta importancia. Pero ver ¡ah! eso sí es de otra categoría. Cuando uno (te) ve, el tiempo y esa cosa que los científicos llaman «espacio» se contraen, se hacen
Pues la vida es esto: hacer camino, tomar decisiones, cosechar. Amar a una mujer, querer amarla para siempre. Será que a eso hemos venido todos, a cosechar. Tarde o temprano decidimos hacer camino. Los hombres -y será también la humanidad- tendemos a diambular como manecillas sin tiempo ni espacio, sin rumbo. Hay pocas decisiones de las que el hombre puede estar orgulloso (pero esa discusión la dejaremos para otro día). Hoy te casas y haces camino propio hermano. Y de eso ya podrás estar orgulloso: de hacer tu propio camino. No hay mujer buena ni correcta -me gustaría que lo