Con los años vienen las sospechas (serán también los remordimientos), qué sé yo. Lo que sí sé es que los días sirven para enumerar los aciertos y –también- los desaciertos. Hay una lista infinita de cosas que somos, que nos definen. A veces en esa lista uno encuentra paz, a veces no.
Este disparate viene al caso porque los días han venido (30 años después) a quererme cobrar el piso, a espantarme el sueño. Cada cierto espacio de tiempo los días amenazan con cobrar factura y no hay mucho que uno pueda hacer. Los días te secuestran, así de inmensos son los días.
Pronto cumpliré 30 años y no habrá drama -quizá después lo haya-. La verdad es que he encontrado en todo este tiempo, que mi acierto más grande de todos, es jamás haber encontrar el tiempo para hacer drama.
Ayer, comiendo en lo que bien podría ser descrita como la cantina universal del gringo retirado, un padre y su hija peleaban por la horadel día. No encontraban punto de acuerdo en si había que retrasar el reloj o adelantarlo. Fue una discusión épica, avasalladora. Ella no hacía más que corregirlo, y él –no pudiendo no tener razón- no hacía mas que tratar de ocultar su ignorancia ¿cómo va unpadre a perder la batalla contra una niña de 6 años?. Será –creo- que jamás en la historia de la humanidad se ha ganado una.
No tengo hija aún (sigo buscándole un orden al universo) pero sí unas ganas enormes de sentarme a escribirle su primera carta: tu primera carta. A ti, para que me entiendas, para que te leas, para que -en un futuro no muy lejano- descubras los caminos que me llevaron a ti.
Espero que algún día me leas:
Camina, camina todo lo que puedas, de día, de noche. No importa realmente el rumbo –un día te darás cuenta de eso- lo que importa es caminar. Estar despierto. Camina sola y camina acompañada, encuentra la diferencia y escoge tus propios caminos. No dejes que nunca nadie te obligue a nada. Ni si quiera yo, tu viejo.
Haz del mundo y de tu mundo una aventura. Sin principios o finales tardíos. Hazlo todo siempre a su tiempo (de eso me encargaré yo). Con el tiempo entenderás lo terrible que es dejar pasar las cosas. La vida no regresa.
Ríe, ríe cada uno de tus segundos. Eso es la vida: reír. Deberás amar al blues como a tu padre. Deberás amar a Coltrane, a Dylan, a los Stones, a (mis) Fabulosos. Te enseñaré a leer a Neruda y a Whitman y a Rulfo, y sé que encontrarás tus propias lecturas. Ese es el mejor consejo que te podré dar siempre: encuentra tus lecturas. Algún día te platicaré como fue que descubrí la vida sentado, leyendo a Sabines.
Escribe, me gustaría tanto que escribieras y que te apasionaras. Que encuentres pasión en el mundo, eso me gustaría. Que rehúyas a los principios fundamentales del hombre (no hay fundamentos en la existencia). Recuerda que no hay nada de malo con creer en Dios, siempre y cuando entiendas que primero se debe creer en el hombre, en la humanidad, por más desastrosa que ésta sea.
No quiero que compongas ese desastre: el universo es irreparable. Lo que quiero es que no des por sentadas las cosas, que te levantes y que abraces lo que tengas que abrazar y soltar lo que tengas que soltar. Aquí otro consejo sabio de tu viejo: las cosas son solo cosas. No te aferres nunca a ellas, vive libremente. La única obstinación permitida es el amor.
Ama cariño, ama con todo lo que tengas, y como puedas. Como te enseñamos en casa. Ama ese irreparable mundo y a su gente. Ama los días y las noches, y las estrellas y la luna. Cuando sea necesario: ríndete ante alguien. Nunca escatimes en dar amor, a lo único a lo que hay que tener miedo en esta vida es a reprimir amor (vaya que cuesta tiempo entender esto).
Viaja, por favor viaja cuanto puedas y a donde puedas. Al mundo hay que olerlo, rasparlo. Cuando te veas al espejo trata de no ser tan dura contigo. Hay que encontrar espacio, siempre, para el perdón. No camines nunca por ese camino: el del rencor. No hay nada ahí. Créeme.
Quiero que midas tu vida por las cosas que hiciste y no por las que dejaste de hacer. En la vida, entiende esto, no hay culpas o culpables. Hay, eso sí, errores y aciertos y voluntad. A eso se reduce la vida: a la voluntad. Ten siempre un puño lleno de voluntad contigo.
Por más que no lo parezca te extrañaré siempre que no estés. Eso se me da bien, extrañar. Realmente espero que hayas tenido el suficiente tiempo con tus abuelos, que a mi me sigue faltando espacio con ellos. Trata de no juzgarme tanto, y por sobre todas las cosas, no te conviertas nunca en una de esas personas resentidas que pasan su vida lamentándose, ni tampoco quisiera yo que seas de esos que van por el mundo documentando su vida en un teléfono. Vive tu vida sin darle explicaciones a nadie. Sé que me costará caro decir esto que acabo de decir, pero sí, nunca te preocupes por darle explicaciones a nadie, ni siquiera a mi. Eso quiero de ti. Un ser libre y honesto consigo mismo.
Recuerda tener siempre una cerveza fría en el refrigerador para tu viejo, y no olvides nunca el norte de donde eres, que en esas tus desoladas tierras habita tu esencia. Ya me encargaré yo de darte los detalles de la vida, no te preocupes por eso cariño, que aquí estoy para ti siempre. Te enseñaré a mirar, y a no callar, y el valor de escuchar, y a encontrar el camino. Y claro que te hablaré del Barça. Ya habrá tiempo para eso y para nosotros, lo prometo.
He aquí la verdadera batalla de la vida, mi niña: encontrar uno su espacio, y -sobre todo- encontrar el valor para quedarse. Habitar y defender el espacio de uno (y de los suyos). Recuérdalo. He ahi la batalla.
Posdata: no olvides que el café lo tomamos negro.
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