Así, de vote pronto y a raja tabla la idea suena pues, mamona, sí. La cosa es que en esencia el verdadero algoritmo de Facebook no radica en su plataforma operativa, sino en su sustancia social. Esta onda de interactuar con el mundo entero sin realmente tener que “interactuar” (sí, qué asquito, ya sé). Vamos, la verdadera esencia de Facebook radica, básicamente, en que nos da la capacidad de hacernos pendejos de forma desapercibida y –cabe señalar- de una forma muy sensacional.
¿Quién realmente quiere interactuar con 500 amigos/familiares al día? Qué clase de vida es esa, por Dios. La verdad detrás de Facebook es que es terriblemente adictiva porque es la herramienta más eficaz del universo para no tener que convivir con nadie. Un “me gusta” es el equivalente semántico de “sí, veo que sigues vivo y pues hasta ahora no tengo pedo con eso”. Y no me refiero a las frases híper irritables esas de “si realmente le interesa alguien llámele”, para nada, por el contrario, creo que Facebook es el invento más hermoso de la especie humana. El más práctico por lo menos porque pues, nos ejemplifica a la perfección. Se me hace.
¿Qué sería de nuestras malditas vidas sin “notificaciones”? A ver, de qué otra forma medimos nuestro éxito como individuos. No sé, piénsenlo. Mientras tanto, por éstas y otro montón de razones que la verdad me da una flojera tremenda desarrollar, me gustaría dejar testimonio aquí de que: fue Seinfeld y no Zuckerberg el verdadero genio detrás de esta chulada de invento.
Aquí la prueba:
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