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Recuentos y más recuentos.
Recuentos
Escrito por Preciado PUBLICADO EL 01/01/2018
Recuentos y más recuentos.

No vengo a decirles nada que no sepan: se acabó el año. No hay más. Hasta la vista baby. Pues muy rico y todo pero hola 2018. Así que, para hacer honor a esta cursi costumbrita mía de enumerar las cosas: ¡mi recuento final del año!. Una tradición ya en este su blog de preferencia. Continúe con nosotros. Quédese. Se va a poner bueno.

Venga pues. Con ustedes: los Preciado momentos del 2017. No pierda detalle:

Navidad en casa.

Por primera vez en mucho pero tanto tiempo, la familia completa pasó navidad junta. En mi casa. Con todo y las nuevas adquisiciones familiares: mi sobrina -la bolita de billar esa que nomás caga, come y pide su iPad y su Pepa Pig- y mi mujer.

Una familia entera de 8 integrantes metidos en una sola casa puede ser lo mejor y lo peor que le puede pasar a uno. ¡!Ah! pero cómo hace falta. La bolita de billar se metía todas las mañanas a desordenarnos la habitación y jalar las cortinas, tratar de quitar la tasa del baño y a pedirme que la bajara a la alberca. Qué más se puede desear para navidad que eso. Una bolita de billar en la cama.

*Los hechos acontecieron la navidad pasada. La de hoy ha sido un rotundo fiasco. Mi mujer y yo trabajando hasta el ocaso mientras los demás se van a esquiar y a comer carne asada. El ying y el yang de la vida. Su putamadre.

Gin & Tonic.

Cambio de bebida como cambio de opinión. Tan así. Bebo café negro todos los días desde que cumplí los 12 años. Sin falta. Como relojito de bolsillo. Además, bebo cerveza devotamente desde la pubertad. Desde que entendí que el pedal del embrague se suelta de a poco. Nunca de jalón. Bebo cerveza como me bebo la vida: a cántaros. Son mis líquidos favoritos de la existencia –incluidos también algunos sólidos y gaseosos-: el café y la cerveza. Quién me conozca no me dejará mentir. Sin embargo, me da por acumular placeres. Así soy.

El de este año ha sido culpa de mi suegro, que me preparaba una copa de Gin Tonic -antes de dormir- para aguantar los 40 grados de temperatura por las noches de Madrid. Nunca una bebida me había refrescado tanto el alma. Fue una ventisca de buenas cosas. Me tomó un tiempo encontrar la receta perfecta, eso sí.

Aquí se las comparto mis amores: 1) vaso o copa coctelera de boca ancha tupida de hielo (a 3/4 de su capacidad), 2) dejar enfriar la copa, 3) empañar el borde del vaso con media rodaja de limón (o cualquier botánico de su elección, la pera y la manzana funcionan bien) y colocar al fondo, 4) verter la ginebra en proporción 1/3 con el agua (pero no cualquier chorrada de ginebra, ginebra seca, de preferencia importada y destilada en cobre), 5) verter el agua tónica muy despacio y sobre el mezclador para no romper la burbuja.

Suelo acompañar esto con unas rodajas de queso manchego semi curtido o una bolsita de cacahuates Mafer. Cualquiera funciona.

¡Dense chavos!

Potes, Donostia y la caleta de Llanes.

Este año nos aventuramos a “coger” España por los cuernos: sus carreteras. Nos rodamos todo el norte en un Opel Corsa gris muy mono y cumplidor. Mi mujer fungió de copiloto y de GPS. Salimos por la A2 de Madrid dirección Zaragoza haciendo parada en cada pueblo que encontrábamos para tomarnos una caña y buscar imanes para el “frigorífico”.

Desde la Basílica del Pilar en Zaragoza, la calle de Estafeta y su olor a toro en Pamplona, el Monasterio de Piedra en Aragón, la Catedral de Burgos, el Guggenheim en Bilbao, el palacio de La Magdalena en Santander, los lagos de Covadonga, Fuente Dé y los interminables Picos de Europa, los pinchos de tortilla y los zumos de naranja por las mañanas, el olor a océano que expide el Cantábrico, las tablas de queso (tantas), los huevos rotos, la fabada y la sidra escanciada en Asturias, ir de tapas por el Barrio Húmedo en León, el queso en Cabrales, los sobaos en Santillana del Mar, y tantas pintas y cañas por aquí y por allá que quién carajos llevaba la cuenta, ¿verdad, cariño?.

Y de entre todos esos kilómetros y cañas: 3 momentos. 1) Aquél pueblo montañoso, a mitad de la nada, sobre las faldas de los Picos de Europa donde el tiempo parecía no haber transcurrido nunca. Nos lo comimos caminando en un par de horas y después nos sentamos a no hacer nada. Nunca me había sentado en un lugar tan bonito y tan recóndito a no hacer nada. Regresemos siempre a Potes cariño, ¿qué dices?. 2) Ya había yo leído por ahí que San Sebastian era la hostia (que mola mucho vaya o que está bien padre o chingón) pero no tienen ustedes una idea. No voy a hacer una descripción elocuente de San Sebastian y su gastronomía porque no tengo yo el tiempo ni las ganas ni el talento. Solo decir que Donostia es la hostia de España (y de Europa diría yo). Quién piense lo contrario dígame dónde nos vemos para partirnos la madre. 3) Íbamos por ahí ya un tanto cansados y con el humor a tope. Sin tenerlo previsto paramos a comer en un pueblo pesquero (de nombre Llanes) rumbo a Gijón, en una pequeña marisquería frente al puerto. Me pedí una paella de mariscos (que acordamos no decirle a mi suegro -para no herirlo- que era la mejor paella que habíamos probado nunca), mi mujer se pidió unas gambas al ajillo y un pulpo a la gallega. Salimos de ahí triunfantes. Qué les cuento. Después decidimos dar un paseo por el muelle mientras el sol salía a jodernos. Sin buscar nada nos encontramos con una pequeña caleta de agua esmeralda y de arena dorada al final del andador. Corrimos al pueblo a comprarle un bañador a mi mujer, y regresamos ahí a tirarnos toda la tarde sin ningún propósito. Fue lo mejor que pudimos hacer. Esa marisquería. Ese pueblo. Esa paella. Esa caleta.

Eso de no llevar agenda y pararse en cualquier lugar que a uno le de la gana es como se debe viajar muchachos. He dicho.

Game of fucking Thrones.

Es lo mejor que nos ha pasado a todos desde que se inventó la vida. Dragones, brujas, brujas pelirrojas, zombies, dragones zombies, incesto, sexo y rock and roll. Qué. Más. Carajos. Quieren.

Es un poco de Tolkien con Bukowski y The Walking Dead pero en versión HBO. Con muchos desnudos explícitos y sin finales felices. ¡Yeiiiiii!

El sillón de la sala.

Último pero no menos importante. Nada de esto hubiera sido posible sin ese nuevo sillón en la sala. A ella no le gusta. A mi sí. Se ensucia cada 2 semanas y se traga los controles de la tele a destajo pero, ¡ah! cómo nos aguanta las peleas y los cariños y los Domingos de Netflix todos.

Qué hueva te hemos de dar. Lo sé. Que sepas que lo sé. Pero es que ahí se hacen las familias todas: en los sillones. Quién diría.

*También hay una mantita nueva que no saben cómo nos ha cambiado la vida. Qué. Les. Cuento. Chavos.

¡Agur!

Preciado
Escritor. Director Creativo en RUDO AGENCIA. Sobreviviente del sexenio de Calderón. #LastWords: "Bueno, esta balada es sólo para avisarte que en estos pocos días no me tomes en cuenta." M.B.
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