Ayer tomé un avión por la tarde. Llegué (creo) pasada la medianoche a darte un beso. A tomarte de la mano -y lo poco que quedaba de tu cuerpo-, abrazado por los huesos. Brotados. Expuestos como mampara de la existencia. Como recordatorio (impune) de lo que somos. Ayer llegué a medianoche a escucharte balbucear por un paño de agua, y se me escurrió la vida de las manos. Al día siguiente tomé un avión de regreso a casa. Fui a despedirme de ti viejito. A decirte al oído que me hiciste la vida fácil. Que me abriste el camino. Y
#Fact:
El hombre promedio pasa aproximadamente un 55% de su vida adulta seleccionando la opción «ahorita no» a la actualización del software de su celular.