No busco ser libre ni cien años de amor contigo,
solo quiero tomarte de la mano.
Hace ya algunos viernes (5 quizá 6 años de interminables viernes) me brotó esa frase en medio de unas cervezas y Calamaro a mitad de la noche. Como si siempre hubiera estado conmigo, ahí guardada esperando salir. Al comienzo creo que intentaba ser un poema (pues sí, que también tuve mi fase artística), nunca lo fue. Jamás conseguí hilar la intención de mis palabras. Creo que nunca supe enteramente qué quería yo decir. Sin embargo, sus intentos hubo.
Con el tiempo extravié esa idea. Jamás regresé a esa medianoche de cervezas y Calamaro, y a ese comienzo. Creo enérgicamente que a veces el medio es fin, y que –también a veces- uno debe terminar las cosas donde las inicia. Así, sin reparos o explicaciones complejas. Por la sencilla razón de que a veces nos da la gana no seguir. Claudicar. O –porqué no- algunas veces las cosas inician tan devastadoramente bien que desterramos toda posibilidad de satisfacción final.
De Whitman aprendí (mos) la trascendencia de las cosas. Aún de las pequeñas, de esas que creemos perdidas o vacías. Todo importa porque todo es. Existe una pureza inmensa en lo olvidado, en lo enterrado por el tiempo o nosotros mismos. Somos –todos- jueces de vocación despiadada. Exiliamos objetos, personas y recuerdos a placer. A diestra y siniestra. Y eso nos hace humanos. Nos hace libres.
Ignorar es como amar pero cien veces mejor. Porque es algo que hemos designado para prescindir. Es algo que nuestra libertad a dictado emancipar. Y ahí habita una belleza enorme. Que sí, que a veces expulsar no es otra cosa más que amor del bueno. La expresión más honesta de cariño. Ignorar es graduarse con honores de la vida porque se han recorrido ya todos los caminos, y se han habitado ya todas las aulas. En el sendero eterno de la indiferencia está la dicha. «La felicidad está en la ignorancia de la verdad» escupía Leopardi.
Todo esto viene al caso… venga porque sí y ya. Que si me pongo a explicarlo sería antitético. Y pues a estas alturas y en estos tiempos no estamos como para explicarlo todo. Quería yo decir que no se apuren en nada. Que el tiempo dignifica las cosas. Que la angustia es para los que no saben vivir. Que lean a Whitman más seguido, que se tomen más días para no hacer nada, para sentarse frente al televisor, para charlar con los amigos. Que la vida se encarga de regresarnos al lugar que mejor le plazca.
Como a mi, al inicio de aquella frase de hace algunos viernes, y que hoy retomo. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si se hubiera quedado guardada. Esperando el sitio justo para regresar.
We were together. I forget the rest.
Walt Whitman.
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